Al igual que toda expresión humana, los videojuegos ofrecen experiencias diversas, para algunos adictivas.
Una revolución silenciosa barre el mundo. Los videojuegos, un universo donde la realidad se dobla y la imaginación se desata, se han convertido en faros que iluminan el camino hacia un futuro desconocido.
El Instituto Federal de Telecomunicaciones señala cifras que marearían a cualquiera. En 2021, esta industria alcanzó la asombrosa cifra de 300 mil millones de dólares, y se contabilizaron 2.7 mil millones de jugadores en todo el mundo.
Para finales de 2023, se espera que se sumen 400 millones de nuevos jugadores a esta inmensa legión de aventureros digitales.
Y en el epicentro de esta revolución, México se alza como un gigante silencioso. Con aproximadamente 76.7 millones de videojugadores, es el décimo mercado más grande del mundo y el rey indiscutible de América Latina.
Los ingresos, en esta tierra de encanto digital, ascienden a la impresionante cifra de 2.3 mil millones de dólares.
Pero, ¿qué es lo que hace que estos juegos sean tan irresistibles?
Más allá de las explosiones y los mundos de fantasía, el investigador Alfonso Gastélum Strozzi señala algo profundo. Los videojuegos permiten que uno se meta en los zapatos de otra persona, aunque la experiencia no sea completamente real.
Es como caminar por los senderos de la empatía, sintiendo lo que otros sienten.
Desde la lucha contra la violencia de género hasta un viaje por la historia con Sid Meier en la serie Civilization, los videojuegos se han convertido en un espejo mágico que refleja mundos y realidades inexploradas.
Son un medio donde puedes ser el héroe o la heroína de tu propia historia, o simplemente escapar a otro lugar cuando la vida cotidiana se vuelve abrumadora.